sábado, 28 de noviembre de 2009

José Francisco Benítez, el "Barba"



Llegando a la tierra de los arroyos


El río es marrón y caudaloso, las barrancas parecen coronar el verde de una vegetación que lo abarca todo. El cielo, limpio de nubes, conjuga su celeste matinal con la audacia de los pájaros en vuelo.
El Padre Fagnano está extasiado, se deja llevar por ese paraíso de colores mientras que, con su mano, se seca la frente. El calor aprieta, es diciembre en esta parte del mundo y aunque quiera adaptarse al nuevo lugar, su cuerpo está acostumbrado a las bajas temperaturas de estas épocas, en Torino.
El vapor “Luján”, con la fatiga de todo barco pequeño, remonta cansino el Paraná, hurgando las entrañas de un continente virgen para los ojos de los primeros “saleses”.
Pequeñas embarcaciones y otras de mayor calado, se cruzan permanentemente durante la travesía.
El Padre Fagnano quiere abarcarlo todo y comprende que no puede: el nuevo paisaje es tan vasto, como ese océano que vio por un mes rodeando toda humanidad contenida en el Savoie.
Detrás de él, el Padre Tomatis registra, en sus manuscritos, algunos pensamientos. Lo ha venido haciendo desde su salida en el puerto de Génova y sin quererlo, se constituirá en la memoria viva de aquellos días.
Puntual, describe cada jornada como si en vez de letras estuviera bosquejando los delicados trazos para un futuro lienzo: nada escapa a la visión escrutadora de su mirada.
No se pregunta si todo ese conjunto de vivencias amontonadas en papeles y más papeles, servirá para algo. Cuando estas dudas lo asaltan, recuerda que Don Bosco pidió a sus salesianos, comenzar a escribir la historia de la congregación (es más, él mismo dijo que estaba escribiendo algo) y concluye que estas crónicas serán distintas a todas las demás, porque es la primera, la iniciadora.
Los otros misioneros, agrupados en la borda, no entienden cómo el cansancio que los persiguió por días, ha dejado lugar a esa extraña sensación que se asemeja a una mezcla de curiosidad e incertidumbre: saben que el poblado de San Nicolás de los Arroyos está próximo… ¿Será por eso?
Allí, los espera un colegio y el sentar las bases de un mojón que tendrá, como finalidad exclusiva, marchar hacia la Patagonia.
Pueden percibir (porque se los hace sentir) el cariño paternal que les brinda don José Francisco Benítez, ese hombre bonachón, sin segundas intenciones, cabal, que los acompaña ahora, en este último tramo del viaje.
El “Barba” como lo llamará el Padre Cagliero, será un punto de referencia importante para cuando las adversidades azoten la algarabía del comienzo.
En una carta dirigida el 29 de enero de 1876 a Don Bosco, el Padre Cagliero le daba sus impresiones sobre Don José Francisco Benítez, en su primer visita a San Nicolás: “Benítez viene muy a menudo al colegio. Paga con su dinero las obras y provee los muebles para nosotros, para la capilla y para las aulas. Ahora está buscando un terreno que aquí llaman cabaña, para poner 800 ovejas que fructificarán una buena renta” (ACS, Roma, 126/2. San Giovanni Bosco). Dos meses más tarde, el 17 de marzo de 1876, también escribirá otra misiva al Santo, en donde el Padre Cagliero le hará esta especie de súplica: “Haga rezar para que Dios nos conserve al señor don Francisco Benítez. Si hemos podido abrir el colegio y vivir lo debemos a él,: no nos deja faltar nada. Es presidente de la comisión, con la que habla poco, al paso que con nosotros se abre y nos dice que quiere entregarnos el terreno, y ya piensa en darnos casa para las hijas de María Auxiliadora. El quiere que vivamos en casa nuestra y sobre lo nuestro… Necesitamos, pues, que Dios nos conserve a Benítez hasta los 90 años. Haga rezar.” (ACS, Bs.As., Personas, Caja Sac. Raúl A. Entraigas, 23.4). Benítez tenía 79 años cuando los salesianos arribaron a San Nicolás y falleció en 1882, a la edad de 86 años. No llegó a los 90, como peticionaba el Padre Cagliero, pero en esos 7 años que le restaban para encontrarse con la paz del Señor, su entrega a la obra de Don Bosco fue total y decisiva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario