viernes, 4 de diciembre de 2009

Para preservar la memoria histórica salesiana




Cuando se consultan y analizan las distintas crónicas que abordan el tema, resulta increíble ver la manera en que, la congregación salesiana, se fue extendiendo y ramificando por todo el mundo, teniendo como estandarte el fervor que transmitía Juan Bosco a sus hijos, con la protección -siempre presente- de María Auxiliadora.
Para aquellos que se manifiestan especialmente escépticos, resulta también algo admirable comprobar que ni los contratiempos, ni los sinsabores, ni las piedras (terribles piedras) que impedían la continuidad del camino, podían hacer mella en tantos misioneros y misioneras, decididos a entregar la vida por los demás, por los ávidos de cielo, por los desamparados, por los pobres materiales y espirituales, por los jóvenes sin rumbo, a la deriva.
Reflexiono esto y acepto (de otro modo me sería imposible, racionalmente, entenderlo) que la Divina Providencia no sólo ha obrado con sus sueños sobre Don Bosco, sino que también ha inspirado y contagiado ese fervor a sus seguidores, para construir lo que hoy día despunta, en su aurora más clara.
Analizar esa verdadera epopeya a la luz de este tercer milenio, la torna aún más significativa: viajes terribles y agotadores para llegar a los distintos puntos del planeta; gente no siempre predispuesta a recibir la palabra evangelizadora, cuanto más, incivilizados que sólo ostentaban el poder de la violencia como única forma de diálogo; lugares inhóspitos de asilo para la convivencia que ponían a toda prueba ese voto de humildad y pobreza sobre las apetencias personales; el ataque soez y malintencionado de distintos sectores de la sociedad que veía avasallada su moral decadente con la aparición de los sacerdotes salesianos; la muerte y el martirio en muchos casos …tantas piedras en el camino, tantas. Y sin embargo –como una paciente enamorada del muro-, las misioneras y misioneros de Don Bosco, seguían expandiéndose, dejando atrás las innumerables adversidades.
La llegada a San Nicolás de los Arroyos, en la mañana del 23 de diciembre de 1875 (punto inicial y neurálgico de esta empresa de fe), no será distinta a lo que ocurrirá en otras partes de éste y otros continentes, con el correr de los años.
Los sacerdotes que aquí vinieron, eran hombres no ángeles celestiales, al decir del Padre Entraigas, y ello hizo que esta primera expedición de misioneros que llegaron a la Argentina, tuviera sus picos de avance como así también, y en muchos casos concretos, de retrocesos.
Pero había algo que empujaba desde más arriba y ante cualquier escollo, se blandía la fe como combustible necesario para no claudicar.
Sólo en ese contexto, podemos comprender las increíbles deudas contraídas por el Padre Fagnano para ampliar y equiparar el incipiente Colegio “San Nicolás”, las desaveniencias entre el Padre Tomatis y el Coadjutor Bartolomé Molinari, los informes registrados por el Padre Cagliero, en sus primeras visitas a estos pagos (4). No obstante, este soñado “trampolín” de Don Bosco para incursionar posteriormente hacia la Patagonia, se mantenía en pie, aún en el momento donde la crisis estructural de mantenimiento golpeó, y goleó duro, al punto de votarse su cierre definitivo desde la ciudad de Buenos Aires.
El Colegio San Nicolás, llamado con el correr del tiempo simplemente Colegio Don Bosco, se sobrepuso a los avatares y como ha ocurrido en diferentes épocas de sus más de 130 años de existencia, ha campeado el más rudo temporal, convirtiéndose en el faro que realmente es, dentro de la historia salesiana.
Quienes no quieran verlo así, obran por desconocimiento y solo basta recorrer sus claustros para darse cuenta que allí, aún hoy, se respira ese aliento contenido de sus primeros misioneros, impregnado en las mismas simientes de sus paredes ancestrales.
Sin duda, la Iglesia que se erigió a su lado (elevada a Parroquia desde el año 1959) fue el innegable apoyo espiritual donde se “reparaban” todos los desasociegos, todas las frustraciones, todos los infortunios.
Y dentro de esa Iglesia, un cuadro de María Auxiliadora (pintado por Giuseppe Rollini), observaba el devenir apresurado de los días, sabiéndose testigo de ese acontecer milagroso.
Hoy, en este siglo XXI dominado por la crueldad y la violencia, por la falta de solidaridad y el descreimiento, parece ser una imperiosa necesidad volver la vista atrás y rescatar, de ese pasado construido con el sacrificio abnegado de muchos salesianos, las raíces que puedan revitalizar la devoción a Jesucristo, nuestro Señor, a través de ese manto protector de María, siempre auxiliándonos.
Y allí, justamente allí, es donde cobran real sentido los óleos pintados por Rollini y bendecidos por Don Bosco, porque representan (como un tizón encendido) la imagen arquetípica de una bendición que nos llega a todos, a través de los tiempos.

Piero De Vicari

martes, 1 de diciembre de 2009

Devoción a María Auxiliadora: las procesiones en San Nicolás de los Arroyos



"Al crecer San Nicolás como ciudad industrial y de populosos barrios, se inaugura el 6 de diciembre de 1954 el monumento de María Auxiliadora como Patrona del Agro, junto a la ruta a Buenos Aires-Rosario.



Desde entonces se la honra como Patrona del Horticultor, con actos que resultan siempre brillantes.



Narra un cronista P.J. Lago: 'Acabada la Misa, la imagen de la Celestial Patrona, es portada en un tractor Ford, al que acompañan dos caravanas: una de autos y otra de camiones. El recorrido se realiza a la vista del Hospital Regional, Alcoholera, El Cruce, con paradas para cantar alabanzas a cargo del Instituto de María Auxiliadora. La marcha sigue luego hasta Los Dos Amigos y se regresa a la ciudad. Se detiene ante la Iglesia parroquial y termina frente a nuestra Iglesia..."


Del libro "María en San Nicolás, por la fe y la cultura a través de la Obra Salesiana" del P. Celso Valla, SDB, Editora L&M, Gral. Acha, 1998